Edición

Borrar
José Antonio Martínez avanza con el balón en el entreno de ayer. C. G.
Una torre para el ajedrez de Diego Martínez
Perfil

Una torre para el ajedrez de Diego Martínez

El Granada suma por sorpresa a José Antonio Martínez, central cedido por el Eibar al que el técnico conoce bien

FRAN RODRÍGUEZ

GRANADA

Martes, 31 de julio 2018, 01:29

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El Granada anunció ayer un fichaje que se antojaba tan necesario como respirar, al menos para Diego Martínez. El entrenador rojiblanco es ese ajedrecista que disfruta desarrollando mil partidas en su cabeza antes siquiera de sentarse ante su adversario. El que no corre a imaginarse el desenlace ni ese jaque mate con el que espera pausar el reloj de su partida en junio, sino que se plantea las situaciones que se darán a lo largo de una temporada que en agosto parece infinita. En esas, el técnico reparó en que le faltaban piezas.

José Antonio Martínez Gil (La Palma del Condado, Huelva), de 25 años, era una de ellas. El espigado central no puede ser sino torre en el ajedrez rojiblanco. Su 1,89 ya es de por sí un buen motivo para trazar el símil, aunque lo es mucho más verlo sobre el césped. Onubense, su figura alargada y su dentada corona se moldearon en el fútbol modesto de Andalucía. Aún recuerdan a José Antonio en su pueblo natal cuando vestía la camiseta del Siempre Alegres. Fue ese equipo, quizá el más representativo de La Palma del Condado, el que guió el camino deportivo y personal del defensa hasta poco antes de cerrar su etapa juvenil. Fue precisamente en su último año previo al fútbol sénior cuando jugó para el Cerro del Águila, dejando Huelva. Su envergadura y el buen trato que ya dispensaba al balón hicieron que una de las dos canteras más importantes de la ciudad hispalense llamara a su puerta.

El Sevilla decidió adquirir a José Antonio Martínez para reforzar la zaga de su filial, aunque tras una primera vuelta en la que no participó demasiado fue cedido al Alcalá de Guadaira. Allí continuó creciendo como central, alimentando su fútbol para poder dar el salto definitivo al segundo equipo hispalense.

Lo hizo en 2014 y de la mano del actual entrenador rojiblanco, Diego Martínez, que lo recuperó tras el préstamo. En la Segunda División B ya demostró que en el año en la cuarta categoría había madurado su juego y que podría seguir desplegándolo en una de las academias más exigentes del panorama nacional. No obstante, ese año estuvo marcado por la irregularidad de todo el filial sevillista (luchó por la permanencia y quedó 14º), sumando apenas doce partidos.

Talismán en dos ascensos

Creció sin límite al amparo de Diego Martínez, a pesar de empezar la temporada lesionado del menisco. Con el entrenador no sólo compartía el apellido, sino también muchos conceptos sobre el fútbol y cómo debía jugar un central. Fue el pontevedrés el que más partido supo sacar del joven onubense, al que llegó a utilizar como pivote defensivo. Eso le exigió mayor cariño al balón, una capacidad alta de poder jugar en horizontal, despegarse en ocasiones de los movimientos toscos y previsibles a los que muchos defensores se limitan. Colocándose en ambas posiciones, José Antonio lideró al Sevilla Atlético de Diego hasta ascender a La Liga 1|2|3.

Al central zurdo, después de aquel mágico año en Sevilla, le llegó una oferta irrechazable, la de jugar en el Barcelona. El club culé quería un zaguero esbelto para su filial y aunque eso significara decir no a la categoría de plata, José Antonio Martínez se mudó a la ciudad condal.

Allí volvió a ser un bastión, en este caso en el proyecto de Gerard López. Se confirmó como talismán al sumar a su currículo un segundo ascenso consecutivo a Segunda, categoría en la que jugó 22 encuentros la pasada campaña. El descenso del Barcelona B no ha ensombrecido ni un ápice su prometedora carrera, aunque la entidad azulgrana y el defensa no llegaran a un acuerdo y separaran sus caminos hace poco más de un mes. Ya en libertad contractual, el Eibar le propuso una relación laboral de tres años con la que el jugador veía más cerca su sueño de jugar en Primera. Tendrá que ganárselo en Granada.

El roque, como se llamaba otrora a la torre del ajedrez, es una pieza clave en la estrategia de dicho juego. Los ajedrecistas reconocen en ella un elemento básico para jugar atrás, que algo más adelantada puede destruir el juego del rival –más aún si tiene a tiro al rey– e interesante en jugadas ante piezas 'menores'. En definitiva, un eslabón que dota al pensador de un abanico de opciones con el que ahora vuelve a contar el entrenador rojiblanco. AGermán, Saunier y Pablo Vázquez suma un central moderno con gran salida de balón con su pierna más hábil, la zurda, imponente en el balón aéreo y eficiente en la colocación. Ya tiene completo uno de los escaques del tablero que le faltaban.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios