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Lo profesional y lo sentimental

LA PLAZOLETA ·

El oficio de unos -futbolistas y entrenadores- y la pasión de otros, los hinchas, no siempre maridan bien aunque estén condenados a entenderse

Rafael Lamelas

Sábado, 4 de noviembre 2017, 00:54

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Adrián Ramos esquivó, como si fueran defensas, todas las preguntas que pretendían arrojar luz sobre su futuro. No hubo manera de que abandonara el presente y concretara si extenderá su cesión por parte del Chongqing Lifan hasta junio, pues expira en diciembre, si bien el club chino del presidente Jiang no reclamará sus servicios.

En el club rojiblanco creen que se quedará. Salvo inesperada oferta mareante, su camino es seguir en el cuadro nazarí o aterrizar el país oriental. Él no es claro del todo, a pesar de subrayar que está contento aquí tras el mal trago del año pasado. Piensa en estar listo para aportar su fútbol y que la escuadra gane partidos. En ser un profesional.

Este concepto, el de profesional, no siempre es fácil de entender para el aficionado. El fútbol es un negocio como otro cualquiera, boyante en estas categorías, que gravita en torno al sentimiento de personas de toda clase, cuya pasión altera su juicio. El hincha quiere ver en el campo el orgullo de pertenencia, el compromiso por una camiseta. Que se dejen la vida, tal y como harían ellos si tuvieran las cualidades. El profesional probablemente disfrute del trabajo pero no deja de ser su oficio. Para involucrarse, más allá del rendimiento, se necesita tiempo, bienestar y alegrías que todavía no ha disfrutado Ramos.

El colombiano es un compañero elogiado, educadísimo en el trato con cada empleado de la ciudad deportiva, gentil con los seguidores. Es compatible la ambición de mejora que tiene con el hecho de ofrecer lo que se lleva dentro en Los Cármenes. El problema con Ramos no es sólo que se quisiera ir en verano, sino los problemas físicos. Los que le bloquearon en pretemporada y le frenaron cuando empezaba a coger el tono. Es posible que todavía no haya dado ni un 10% de lo que guarda. Vienen dos meses en los que podrá demostrar si ansía llegar a la meta con el resto.

Las raíces

Que un futbolista eche raíces es algo que surge de forma natural. Rubén Rochina es un tipo que caló en Granada, más allá de la profesionalidad. Su pareja sigue aquí, se compró una casa -que alquiló al vicepresidente Kangning Wang- y manda frecuentes mensajes cariñosos al equipo a través de sus redes sociales.

A lo mejor, algún día regresa. Quizás, más pronto que tarde. El Rubin Kazán soltó 8,5 millones por su traspaso, de los cuales quedaron 6,8 para el Granada -el 20% restante fue para el Blackburn Rovers-, pero los rusos no están cumpliendo con sus compromisos y la dirección rojiblanca está reclamando el dinero. Está por ver en qué desembocará esto.

El cabreo de Oltra

José Luis Oltra es otro profesional reputado. Durante el partido ante el Lorca, pasó un mal rato. Como cualquier entrenador, está habituado a escuchar todo tipo de 'indicaciones' tácticas desde la grada. Lo que no esperaba era un insulto duro que oyó cuando el equipo sólo tenía ventaja de 1-0. Llegó a girarse, enervado, y clavó la mirada. Cuando Machís logró el segundo tanto, de penalti, volvió a mirar para reclamar ánimo a quien le había faltado. Que callara y animara.

El rifirrafe quedó en poco. Hay cosas que a veces sobran entre la marejada de público. Una cosa es la crítica al juego, que es abierta, y otra la descalificación personal. Dejar que los sentimientos se conviertan en ira, en arrogancia. Convertir a los profesionales en la acepción más negativa del término mercenario. Todos están condenados a entenderse.

El Rubin Kazán no está cumpliendo con los plazos previstos en el traspaso de Rochina

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