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José Antonio González, a la izquierda, atento a un choque por alto de Antonio Puertas en El Sadar. LOF
La Crónica

Una pifia abre el muro nazarí y se desploma

El Granada cae en El Sadar por la mínima tras un error aislado de José Antonio, que había hecho un partido aceptable

Rafael Lamelas

Lunes, 4 de febrero 2019, 00:25

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Osasuna martillea en su casa con la vehemencia del herrero pero al final encaró un nuevo triunfo por un error no forzado de un Granada que buscó cobijo en su atalaya porque las musas hace un tiempo que rehuyen a sus atacantes. Protegía ese punto posible con algunas piezas de repuesto, tratando de desesperar a los navarros. Se acabó esfumando en un mal trago de un aplicado aprendiz hasta ese minuto. El gafe se cebó con José Antonio González, sorprendente titular en un centro del campo con ausencias capitales. Con Montoro y San Emeterio fuera de la lista y Nico Aguirre en el banquillo pero tocado, Diego Martínez apostó por el chico que este curso subió del filial en lugar de por el reciente fichaje, Azeez, que apenas lleva un entreno con sus compañeros a la espalda, aunque viajó.

At. Osasuna

Rubén; Nacho Vidal, David García, Unai, Clerc; Oier, Fran Mérida (Íñigo Pérez, m.72), Kike Barja (Rober, m.72), Rubén García (Luis Perea, m.88); Roberto Torres; y Juan Villar.

1

-

0

Granada CF

Rui Silva; Víctor Díaz, Germán, Martínez, Quini; Alberto Martín, José González (Rodri, m.80), Puertas (Dani Ojeda, m.56), Vadillo (Pozo, m.68); Fede Vico; y Adrián Ramos.

  • GOLES 1-0, m.77: Rubén García.

  • ÁRBITRO Trujillo Suárez (colegio canario). Amonestó a los locales Unai, Nacho Vidal, Roberto Torres, Kike Barja y Juan Villar así como a los visitantes Germán, Víctor Díaz y Fede Vico.

  • incidencias Partido de Liga disputado en el estadio El Sadar ante 15.083 espectadores (cifra oficial).

José Antonio brincó entre los cepos rojillos, primero con timidez, luego impulsando algunos avances porque no tiene mal tacto, pero en un despeje errado desde el área, cuando los músculos ya se le acalambraban, provocó un colapso. El balón le cayó a un hechicero como Rubén García, feliz de recibir semejante ofrenda tan cerca de la portería. Su tiro parabólico pilló a Rui Silva estático, como en un paredón de fusilamiento. El esférico osciló para bajar meteórico. La muralla nazarí se rasgó lo justo para desmoronarse al instante. De poco sirvió tanto aguante previo, la incomodidad que pasaron los locales por momentos, habituados a avasallar a sus rivales en El Sadar. Los rojiblancos, con pocos argumentos arriba, chatos en ataque, se emplazaron a otro ejercicio pulcro de su retaguardia y a unas tablas que habrían extendido su prolongada racha sin perder, pero la pifia del chaval se pagó con sangre.

Es injusto centrar sólo en los efectos de ese desatino aislado lo ocurrido en el encuentro. Osasuna tuvo más empuje, su sello identitario, asfixiando a un Granada con el motor auxiliar lejos del rendimiento pleno. Con Alberto Martín sin estridencias, pero sin aportar un cambio de ritmo a la medular. Con Puertas más abnegado que consistente, a kilómetros del área. Sin que los Vico, Vadillo, Pozo, Ramos o incluso Ojeda encuentren el foco, en solitario o con compañía.

Los de Arrasate cabalgan por ese momento dulce que le toca disfrutar a la mayoría de equipos importantes, subrayándose ante su público. A los de Diego, sin embargo, les ha abandonado la inspiración. Nadie flaquea a la hora de plantar el escudo y todos se auxilian, pero antes siempre aparecía un elemento de brillantez que terminaba de iluminar la noche más encapotada. Tal vez esta escuadra ha malacostumbrado a su afición, que lo ha visto tan sólido en el liderato que ahora le cuesta asimilar el tránsito por este valle. Conviene el análisis, imprimir algún estímulo nuevo, sin desconsiderar los muchos méritos y puntos concitados hasta la fecha. Que la racha sin encadenar victorias se alargue con el equipo acampado aún a la primera posición delata la igualdad de la Segunda, al no contarse de momento el triunfo del Albacete contra el expulsado Reus, que es anecdótico pues los demás también lo agregarán.

Todo empezó mejor de lo esperado. El primer balón que se posó José Antonio circuló hasta Vadillo, que en su penetración ocasionó un córner centelleante. Germán casi roza el balón tras el saque, que botó en el área pequeña. Clerc se esmeró en librar a los suyos a unos pasos de la raya de gol, con Martínez agazapado detrás. Fue una escaramuza suelta, porque no llegó mucho más el Granada en el primer tiempo, encajonado por la presión abusiva de Osasuna, cercando la mitad de la cancha, en la que encimaron a los pivotes nazaríes para interrumpir cualquier línea de pases. Ese acordeón en busca del robo condicionó a los visitantes y les sumió en algún tembleque, como en uno de Martínez en el que quiso salir en conducción desde atrás y acabó regalando el esférico a Roberto Torres, que precipitó el chut ante Rui Silva, bien colocado como suele. Osasuna gusta de imponer su ley ante la grada amiga y genera tanto frenesí que las llegadas aparecen en cascada y atropellan en cualquier disputa. Los navarros rascaron a la espalda de Víctor Díaz y Quini en servicios de largo alcance y cualquier hueco que tuvieran en la mira para el disparo lo aprovechaban en las botas de Fran Mérida. El Granada seguía sin abastecer a su vanguardia, apocado Alberto Martín, más brioso José Antonio, intrépido en algunos bombeos que estiraron el terreno o que hicieron escabullirse al espacio a Ramos.

Los de Pamplona se encorajinaron en algunos lances, metidos en el brete. Tanta tensión amagó en bronca, con varias amarillas que no terminaron de incendiar el encuentro. Hubo enfado local en un corte con la mano de Victor Díaz en el área ante el que el árbitro no apreció voluntariedad. La conexión entre José Antonio y Ramos dio sus frutos en una huida del colombiano algo escorado, solucionada con un lanzamiento al lateral de la red. Más claro fue el acercamiento rojillo, con centro de Nacho Vidal y Rubén García entrando a rebañar con flojera. Rui ni se inmutó y detuvo la bola con solvencia. La intensidad de Osasuna se comía cada metro. Quini, en una escapada inesperada, casi se mide con Rubén pero los navarros también manejan firmes argumentos en su parte trasera. Un tiro lejano casi coge despistado al cancerbero luso, con mucha faena.

Nada cambió en la segunda mitad. La insistencia local fue a más, agobiando al Granada, que siguió tapándose. Aun con ello, en una secuencia que acabó en córner, Alberto Martín pudo lucir disparo, pero salió repelido. El Granada volvió su cuadrante y siguió quitándose los problemas de encima. Poca frescura pudieron aportar Ojeda y Pozo, socorriendo más que pinchando.

Con Unai García secando a Ramos, los rojiblancos sufrían, pero parecen habituados a sobrevivir a las pájaras tirando de riñón. No contaban con lo de José Antonio, que entregó las llaves de la cancela al enemigo. Ingresó Rodri, se precipitó el equipo en torno a Rubén, pero sin ninguna claridad. Con la energía mermada, la escuadra se fue de vacío en cuanto a recaudación, aunque con un diferencial particular ganado ante un posible rival directo. Llega otro a Los Cármenes como el Deportivo. Otro test exigente.

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