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Carlos Marsá se muestra complacido en el primer entrenamiento del Granada 74 SAD, realizado en el campo Ávila Rojas.
Un castillo de naipes por veinte millones
GRANADA CF

Un castillo de naipes por veinte millones

El proyecto sufrió el acoso y la incomprensión de las instituciones y «lo mejor de todo es que tuvimos una muerte rápida», señala el dirigente

SERGIO YEPES

Martes, 6 de junio 2017, 16:44

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Fue uno de los hechos más sonados e insólitos de entre todos los que se han sucedido en el balompié español a lo largo del siglo XXI. Una operación ideada en el corazón de la granadina avenida de Pulianas que incluso acabaría adquiriendo dimensión internacional, por su naturaleza y los estamentos federativos a los que implicó. De ella se cumple justo hoy un aniversario tan especial como el décimo. Fue precisamente el 6 de junio, pero de 2007, cuando en una céntrica notaría de la capital Carlos Marsá procedió a la compra de las acciones del Ciudad de Murcia para que así pudiera competir en Segunda el nuevo club que creó: el Granada 74 CF.

Pero la transacción, que fue por 20 millones de euros, de los que 7 iban destinados al pago de deudas, no sólo no cumpliría con la pretensión de relanzar a la provincia hasta la más selecta élite futbolística nacional, sino que se tradujo de manera paulatina en ruina y desesperanza. Porque lo cierto es que aquel gran castillo de naipes volaría por los aires sólo dos años más tarde por un cese de actividades que fue la consecuencia de la mezcla entre la animadversión de las instituciones con que se encontró y los errores propios.

El agente de la propiedad Antonio Jiménez Zorrilla fue testigo excepcional de aquella operación que devolvía a la ciudad el fútbol de 'plata' 19 años después porque de hecho fue quien intermedió en la operación. Así, relata que «todo surgió» a raíz de que el expresidente del Granada CF Gregorio Muñoz «me llamara y me preguntara si yo podía encontrar comprador para la plaza en Segunda del Ciudad de Murcia que había puesto a la venta» el actual consejero delegado del Cádiz, con quien advierte que «me puse en contacto inmediatamente» para conocer de viva voz sus intenciones. Esto dio paso a que comenzara a realizar gestiones de las que «fui informando» puntualmente al propio Pina.

«Primero contacté con Lorenzo Sanz -por entonces mecenas del club rojiblanco-, pero después de pensárselo me dijo que no, que las categorías se ganan en el campo, aunque yo creo que era porque no tenía dinero. Después hablé con el empresario Rafael Márquez, quien me comentó que el asunto tampoco interesaba en el Granada Atlético», club que sí que llegaría a estar pendiente de la operación a la que finalmente renunciaría el 30 de mayo de 2007 una vez que el grupo Líder XXV, comandado por José Julián Romero, hiciera sus cuentas. Total, que al final Zorilla dice que «pensó en Carlos Marsá», a quien se le presumía liquidez porque fue quien «acababa de vender la Ciudad Deportiva Granada 92» (por 39 millones) junto a José Julián Romero. Y quien acabaría «animándose a comprar» para mayor gozo de Pina, al que le entraron las prisas. «Ya por entonces Quique quería entrar en el Cádiz, donde le dieron diez días para presentar una oferta. Así que nos reunimos una noche en el hotel NH de Sevilla y también en su chalet de Murcia» tras la disputa del partido entre el Ciudad y el Numancia (26/05/2007).

Fue entonces cuando se concretó una operación que «vista en perspectiva» Marsá reconoce que «hoy no volvería a hacer». De aquello aprendió que «la supervivencia era imposible» dado que «me enfrenté a todos los poderes».

«Un crimen»

«Enseguida me di cuenta de que había una puesta en común para que el proyecto no pudiera subsistir», sigue lamentando quien cree que «si hubiera llenado el bolsillo de políticos o dirigentes» el final habría sido distinto. Los problemas arrancaron cuando el Ayuntamiento «nos dijo que no podíamos usar Los Cármenes», lo que le condujo a «una privación importante de ingresos» y al exilio del estadio Escribano Castilla de Motril -tras sopesar las opciones de jugar en Triana, Cartagena o Toledo-. Aparte, también la Federación Española comenzó a poner trabas para que el equipo no compitiera, pues «la operación no fue por compra de plaza, que es lo que le habría reportado un 15% del montante total, sino de acciones, tal y como nos aconsejó la Liga de Fútbol», dice quien tomó verdadera conciencia de los males que se le avecinaban cuando «encima se empezó a asociar todo a la idea de que yo lo que quería era estrangular al Granada CF». O cuando en algunos partidos «comenzaron a pitarnos penaltis por acciones fuera de área», comenta Marsá pensando que actuó «por derecho» y acabó siendo objeto de «un crimen» por «la postura de Torres Hurtado». «Antes de concretar la adquisición le llamé para informarle, pero no se puso. Nunca pensé en detener nada porque tampoco creí que se fueran a cumplir las amenazas que me hizo el concejal de deportes, Juan Casas, de no poder hacer uso de Los Cármenes», explica Marsá con el convencimiento de que «lo mejor de todo fue que tuvimos una muerte rápida».

Que es algo que no cabía imaginar cuando Quique Pina se vio «en la necesidad de vender». El murciano refresca también que aceptó la oferta de Marsá «porque fue la única que hubo en firme». Entiende que la debacle «acabó siendo inevitable» porque «todos los días surgían nuevos problemas», de tipo «institucional y deportivo», a los que se «unieron los económicos». Exclusive Sport, la sociedad almeriense que se había hecho con la instalación de Almanjáyar, «dejó de pagar a Marsá» como 'anticipo' de su entrada en proceso concursal. Los jugadores «empezaron a tener problemas de cobro», algo que motivó que «hubiera quien se tirara del carro». Y que él mismo percibiera sólo «entre tres y cuatro» millones -dicen fuentes cercanas a la negociación- y se quedara sin cobrar diez pagarés de un millón cada uno que le pasó Marsá y que ahora lo erigen en el segundo acreedor de la Ciudad Deportiva. En su caso, que todo volara por los aires le privó de la posibilidad de hacer un gran negocio.

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