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Granada CF | Contracrónica

Males crónicos

Ochoa se lamenta tras encajar un gol con el Granada
Ochoa se lamenta tras encajar un gol con el Granada / EFE
  • Ninguno de ambos entrenadores –obviando el paréntesis de Planagumá el partido ante el Leganés- ha conseguido extraer nada sustancial de una plantilla con carencias severas en demasiadas posiciones, y con una falta absoluta de capacidad y calidad en la zona del medio campo, donde se dilucida el dominio del partido

No hay remedio. En Villarreal el Granada volvió a caer con claridad a pesar de pequeños síntomas de mejoría que no alcanzan ni de lejos para puntuar. Y el tiempo se agota con tal rapidez que una reacción en lo que queda de segunda vuelta se contempla cada vez más como imposible con los efectivos con los que se cuenta.

Si a la inanidad futbolística de la plantilla del primer equipo rojiblanco se añaden las circunstancias que sobrevuelan en el cierre del mercado de invierno, con algunos miembros borrados al tener la cabeza y sus expectativas puestas en otros lares, las posibilidades de formación de un once competitivo se apuntaban como muy complejas para Alcaraz. Si a todo lo anterior se une la decepción y desesperación que debió sentir el técnico tras la nefasta actuación de la pasada jornada en Cornellá, puede explicarse la revolución en el once titular realizada, así como también con el esquema táctico dispuesto, volviendo a un sistema de tres centrales y dos laterales profundos en un intento de dotar de mayor consistencia a la contención que a la postre fue vano. Se trataba de maniatar al Villarreal y lanzar contragolpes rápidos. Pero, una vez más, ni lo uno ni lo otro se produjeron.

Porque el actual Granada carece de consistencia alguna. No la tuvo al principio de la temporada con Jémez, donde las debilidades se atribuyeron por algunos a un concepto en exceso ofensivo del entrenador que dejaba al aire las vergüenzas defensivas. Craso error en el análisis: ni el Granada de Jémez fue ofensivo, ni el problema radicaba en una propuesta de riesgo y descaro desde el banquillo, que fue más producto de la vitola mediática del entrenador que de la realidad vista. El conjunto ni era consistente ni construía nada, y el centro del campo, esa zona fundamental para la contención, el posicionamiento y la acción, fue un erial. Trece jornadas después, con Lucas Alcaraz en el banquillo, la antítesis para muchos sobre el papel de los planteamientos tácticos de Jémez, los males son los mismos, con el agravante que ya se ha constatado fehacientemente la falta de capacidad de muchos de los jugadores del plantel montado en verano y que el tiempo para la reacción se ha acortado infinitamente.

Ninguno de ambos entrenadores –obviando el paréntesis de Planagumá el partido ante el Leganés- ha conseguido extraer nada sustancial de una plantilla con carencias severas en demasiadas posiciones, y con una falta absoluta de capacidad y calidad en la zona del medio campo, donde se dilucida el dominio del partido. Puede decirse que todos los equipos siempre le han ganado la partida al Granada en el manejo del juego, desde las grandes formaciones de la cabeza de campeonato hasta los más humildes, incluidos Sporting y Osasuna, los dos acompañantes por ahora en posiciones de descenso, estos dos últimos en partidos además disputados en casa. De ahí que el problema sea estructural y no puntual.

Ante el Villarreal se mejoró algo la actitud, que era difícil de empeorar en relación al enfrentamiento en tierras catalanas ante el Español, pero no fue ni muchos menos suficiente para que existiesen opciones de conseguir algo en la visita al Estadio de la Cerámica –en esto la liga de Primera, devastada por el dios dinero en tantos aspectos, también empeora; compárese la reciente denominación del estadio con la antigua de El Madrigal-. Se aguantó el empate a cero casi hasta el descanso, pero siempre se estuvo a merced del rival, al que le viene costando bastante hacer gol en las últimas jornadas, y que si no se adelantó antes fue por su falta de puntería y por las buenas intervenciones de Ochoa, otra vez destacado bajo palos a pesar de la derrota. Un error individual de Ingasson, que no leyó bien el adelantamiento de sus compañeros para hacer incurrir en fuera de juego a los rivales en el lanzamiento de una falta por parte de los locales, posibilitó que a balón parado se adelantase finalmente el Villarreal. Y cada vez que esto pasa se ve imposible que el Granada sea capaz, no ya de remontar, sino siquiera de igualar el partido; así está de depauperado el espíritu rojiblanco en esta temporada para olvidar.

Que los noveles Aly Mallé y Martin Hongla, provenientes del filial de Segunda B, fueran de lo más aseado del Granada en el primer periodo habla a las claras de la situación de bajísimo nivel de prestaciones de buena parte de los jugadores con que se cuenta para el primer equipo. Mientras Foulquier, todo corazón, y Cuenca mantenían el tipo por su banda, los tres centrales, Saunier, Ingasson y Gastón hacían aguas, especialmente los dos primeros; Samper corría como pollo sin cabeza; Ponce daba muestras de sus limitaciones técnicas en las contras; y Adrián Ramos asistía como un espectador más a las escaramuzas en ataque, sólo eso, de su equipo en el primer periodo.

Tras salvar Ochoa a los suyos del segundo gol en contra en dos intervenciones de calidad, al final de la primera parte y recién iniciada la segunda, el Granada encontró en Cuenca la mejor arma para crear algo de peligro por banda, con un Ramos más participativo y entonado tras el descaso que mostró pinceladas entonces de la indudable calidad que atesora. Otra cosa es que pueda ayudar a alcanzar un objetivo no ya difícil, sino casi quimérico, sobre todo si las asistencias que reciben son tan escasas como en el partido ante el equipo castellonense. Boga salió por un gris Ponce, y el joven francés demostró un partido más lo vacuo de su propuesta futbolística, perdido en la filigrana individual sin efectividad alguna.

La sentencia del partido era cuestión de tiempo. Al rival le bastó con esperar una nueva desatención granadinista para perforar otra vez la meta de Ochoa. Un córner que quizá no debió lanzarse, pues en la jugada precedente hubo posición de fuera de juego de Sansone que intentó rematar un balón servido por Samu Castillejo y desviado a saque de esquina por Ingasson, llevó a un doble remate de Álvaro favorecido por la suerte del rebote y la inacción y mal posicionamiento de la zona central de la zaga rojiblanca. Si con un gol se hacía cuesta arriba equilibrar el partido, con el segundo se fueron por el desagüe las escasas esperanzas de pescar algo en Villarreal. Kravets sustituyó a Saunier para propiciar un cambio a defensa de cuatro y tratar de ganar enteros adelante. El ucraniano lanzó al palo y provocó una peligrosa falta al borde del área lanzada demencialmente por el inoperante Atzili, que había sustituido a un agotado Mallé. Lo del ojeador que aconsejara el fichaje en propiedad del israelí, y lo de la dirección deportiva que lo avalase, constituyen un claro ejemplo del cúmulo de decisiones desafortunadas tomadas para esta temporada, causantes de la situación deportiva en que se encuentra el equipo.

Hay poco lugar para la esperanza. Los males que se padecen se adivinan tan severos que el remedio parece imposible. El cierre del mercado de invierno conformará la plantilla definitiva con la que afrontar los dieciocho partidos que restan, que pueden ser un calvario. No hay tiempo de acoplamientos y quien se ha incorporado y, en su caso, lo haga en próximos días, no tendrá jornadas de gracia para mostrar sus virtudes. Le ha sucedido al islandés Ingasson en sus dos actuaciones, con desajustes propios de un recién llegado a una liga y un equipo que no conoce, pero que, dada la situación desesperada que vive el Granada, ya no valen como disculpas.

El crédito de oportunidades está agotado hace varias jornadas para el plantel. También para el banquillo, donde Alcaraz, sin ser en nada responsable de la disparatada confección del equipo en el pasado verano, tampoco ha sido capaz de mejorarlo en estabilidad y consistencia tras el devastador paso de Jémez. Su racha a la vuelta del descanso navideño es muy aciaga: tres derrotas y un solo empate; once goles en contra y dos a favor; un punto de doce en juego. Tras trece encuentros de Lucas como preparador rojiblanco en esta campaña sólo se han obtenido ocho puntos, un bagaje paupérrimo, y lo que es peor, sin mejoría palpable en el juego y la competitividad, antes al contrario, con episodios preocupantes de falta de actitud y de incapacidad en numerosos encuentros. Es verdad que lo ha intentado todo, que ha probado varios sistemas y muchos jugadores, pero el enfermo se le ha cronificado. Es probable que ni a él, ni a nadie de la dirección del club, le quede tiempo ya para algo más que dar excusas, quizá para que alguno dimita por simple dignidad, pero nada de ello valdrá para evitar un descenso, por ahora, más que anunciado.

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