Ideal
Granada CF

la contracrónica

Un punto por casi nada

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El Arabi , tras marcal el gol. / EFE

  • Dos golazos en el tramo final, bellísimos ambos, de El Arabi y Rochina, ambos de principio en el banquillo, rescataron un punto y lo que parece más importante, dejaron tocado a un rival de la zona baja como el Málaga

La suerte parece ahora del lado del Granada. Sólo así puede explicarse que no regresase de vacío tras una horrorosa actuación en La Rosaleda, que recordó los peores momentos de Vallecas con el agravante de que no se trató de falta de actitud, sino de pura impotencia futbolística durante más de ochenta minutos. Dos golazos en el tramo final, bellísimos ambos, de El Arabi y Rochina, ambos de principio en el banquillo, rescataron un punto y lo que parece más importante, dejaron tocado a un rival de la zona baja como el Málaga, que en los últimos minutos explicó el porqué de sus cuitas actuales.

Las primera parte fue un desastre para el fútbol por parte de ambas escuadras, incapaces de hilvanar juego trenzado, aún peor los rojiblancos, ayer de negro, que los blanquiazules locales. Sin grandes oportunidades, el Málaga hizo más méritos que los granadinistas para llevarse el marcador a favor al descanso. Pero hubo que esperar a la última jugada de la primera parte, en esos minutos finales de los periodos que son pura zozobra para el Granada, para que los de Martiricos aprovecharan un error de bulto de Rober en banda, que presionado por dos contrarios no supo deshacerse del balón perdiéndolo ante Recio y propiciando un cómodo y buen centro desde la izquierda que fue magníficamente rematado por Charles a la red.

El primer periodo había evidenciado los males del Granada, casi todos concentrados en su línea de medio campo. El debutante como titular Uche no daba abasto para taponar la superioridad que Tissone, y sobre todo Duda y Recio imponían en esa zona, ante la inasistencia de Rico y Márquez, de los que no hubo noticia durante todo el encuentro. Las buenas sensaciones transmitidas por el gallego en la segunda parte ante el Athletic quedaron en el olvido, y Javi volvió a dar muestras de su inconsistencia e irregularidad. De este modo no hubo una sola jugada trenzada con sentido, y sólo algunas internadas de Rober causaron cierta desazón en la zaga malaguista, algunas de ellas cortadas con violencia por los locales y dejadas sin sanción por el árbitro de la contienda, lo que iría desquiciando al extremo del Granada.

Ni hubo juego, ni equipo por parte rojiblanca. Atrás, la banda de Biraghi se convirtió en una autopista por donde progresaban con facilidad Rosales y Amrabat, que una vez y otra superaban al italiano, demasiado solo y poco ayudado por un gris Success. El transalpino tampoco estuvo acertado en sus progresiones. Cualquier balón enviado al patadón hacia delante desde la zona trasera de los granadinistas junto con esos esperpentos repetidos una y otra vez que son los saques de banda a favor del Granada, se convertían con suma facilidad en ataques rápidos a la contra del Málaga que llegaba al área de Andrés siempre en superioridad. Sólo la impericia de los delanteros del equipo colista evitaron que el gol llegase antes del último minuto del primer periodo.

El arranque de la segunda parte pareció mostrar a un Granada más decidido, sobre todo con algunas acciones de mérito de los jóvenes Peñaranda y Success –excesivamente generoso el nigeriano en una incursión en que se fue por potencia de su marcador y se plantaba solo ante Kameni, tratando de ceder el balón a un muy marcado Rober-, y la segunda tarjeta amarilla vista por Tissone –tras una acción de éste golpeando violentamente a Rico mezcla de mala suerte y falta de calidad- abría nuevamente un escenario de superioridad numérica con muchos minutos por delante para el Granada. Uche se fue a vestuarios saltando Rochina y retrasando al doble pivote a Fran Rico con Márquez. La contención se deshizo como un azucarillo en un café hirviendo.

Muy poco después de que el Málaga se quedase con diez vino su segundo gol. Un canto al disparate defensivo y la ausencia de sistema y de solidaridad en el equipo visitante. Una falta sacada con rapidez desde el centro del campo por el Málaga llegó a Charles, que cómodamente otorgó un gran centro a Amrabat superando por arriba a Biraghi. El remate del marroquí fue respondido por una buena intervención de Andrés, pero el rebote llegó a Fornals que remató a gol un mundo antes de que Fran Rico lo encimara. Con uno menos la descolocación defensiva había sido total y los fantasmas de Vallecas aparecían nuevamente. Todavía más si se tiene en cuenta que en los siguientes cinco minutos Juan Carlos y Charles tuvieron en sus botas el tercero a favor del Málaga. Sus impericias de cara al gol resultarían claves para evitar que los malaguistas se llevasen los tres puntos.

El Granada deambulaba incapaz de crear peligro, y algunos de sus peones estaban desaparecidos desde el arranque, caso de Márquez, de Fran Rico, y de los homgres de ataque, absolutamente desasistidos de juego. Lópes se unió a la sucesión de acciones desafortunadas, tras varias jugadas donde no supo progresar en ataque perdiendo el balón y su posición, sin capacidad para volver a su puesto y propiciando que Juan Carlos –sí, el mismo que tuvimos en banda izquierda por estos lares la campaña pasada sin fortuna como lateral ni como interior-, pareciese el mismísimo Gento redivivo en buena parte de la segunda parte.

Sandoval se la jugó metiendo a El Arabi por un desquiciado Rober, más atento a las reyertas con un veterano como Miguel Torres que a explotar las deficiencias de éste como lateral de banda izquierda, para más tarde retirar al lateral derecho portugués, cuyas capacidades físicas merman partido tras partido superados los cincuenta minutos de juego- e introducir a Dimitri Foulquier, que a la postre sería decisivo para alcanzar el empate -quién lo iba a decir después de sus continuadas actuaciones atolondradas al inicio del campeonato liguero-.

El bajón físico del Málaga, mermado por la inferioridad numérica, empezó a notarse, y algunos jugadores visitantes empezaron a explotarlo haciendo lo que debe ejecutarse en estos casos, mover el balón de un lado a otro y abrir el campo para producir huecos. Foulquier progresaba una y otra vez por banda derecha. Había parado las incursiones de Juan Carlos retrasándolo definitivamente, y constantemente buscaba el desmarque ofreciéndose a Rochina, El Arabi o Peñaranda. En una de estas acciones conectó un preciso centro que fue espléndidamente cabeceado por El Arabi superando a su marcador con suficiencia y batiendo inapelablemente a Kameni. Al Málaga le empezaron a temblar las piernas, y en otra jugada, esta vez por banda izquierda, Cristiano Biraghi centró por una vez en condiciones para que Rochina, con un giro espectacular de su cabeza, mandase el esférico al fondo del portal local logrando la igualada. En sólo cinco minutos el Granada había jugado a algo parecido al fútbol y había equilibrado un partido que lo tenía perdido merecidamente.

Los últimos minutos y el descuento final fueron una mezcla de sensaciones. Se otorgaron innecesarias oportunidades a balón parado al Málaga, y en una de ellas Recio la tuvo franca para desequilibrar el marcador. Pero cada vez que el Granada cogía la pelota y se iba hacia delante un sudor frío se apoderaba de la afición local, muda al contemplar cómo una victoria se iba por el sumidero tras dos acciones plenas de precisión en su ejecución de los visitantes. Una última jugada llevó el balón hasta Success, con su marcador Rosales ya superado. Pero no fue la noche del joven nigeriano y en vez de penetrar hacia el marco contario prefirió ensayar un disparo que acabó inocentemente en las manos de Kameni. Un tercer gol del Granada hubiera sido demasiado premio para tan poco juego y excesivo castigo a la incapacidad de cerrar el partido de los blanquiazules.

El punto permite mantener la exigua ventaja con el colista y no resucitar al equipo vecino, pero no debe ocultar los males del equipo, especialmente evidentes tras sus actuaciones ante Rayo y Málaga fuera de casa. Las buenas sensaciones de juego observadas en los desplazamientos, a pesar del infortunio ante Gijón y Español de los minutos finales, han desaparecido, y las prestaciones en La Rosaleda fueron las de un equipo ramplón, sin juego y sin ideas, donde el naufragio fue total en la zona de creación de juego. Es verdad que faltaban Rubén Pérez y Khrin, pero el mal no estuvo tanto en las limitaciones del joven Uche, sino en las nefastas actuaciones de los que debían llevar las riendas del equipo por veteranía y supuestas capacidades, caso de Márquez y Rico.

El Granada tiene un problema grave de definición de modelo de juego y sobre todo de posibilidades de creación. Si todo se fía a individualidades, hasta ahora sostenidas casi siempre por el talento de un joven jugador aún en formación como Success, desactivar a los rojiblancos parece tarea fácil, bastando con anulas al nigeriano. Si en la zona de creación no hay ni rigor, ni colocación ni talento, el equipo parece un pelele como lo fue en buena parte del partido ante el Málaga. Si las quejas por el infortunio en los enfrentamientos ante Real Madrid, Valencia, Gijón, Español e incluso Betis, estaban justificadas, tras los dos últimos partidos disputados parece que el viento de la suerte ha rolado. Pero en cualquier momento puede cesar y el equipo volverá a encallar en la cola del pelotón si no hay una sustancial mejora en su modelo de juego.