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FRAN RODRÍGUEZ
GRANADA
Domingo, 26 de mayo 2019, 17:21
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El Granada-Cádiz comenzó muy pronto. No eran las 12 horas y ya vestían de rojiblanco y de amarillo las aficiones las calles del barrio del Zaidín. Para los locales la oportunidad de oro para ver a los suyos hacer historia. Los visitantes, contaban, querían alentar a su equipo en una ciudad vecina, sabiendo que podían ser los invitados en la fiesta o los villanos.
Aún así, no hubo tensión, sino cariño y sana rivalidad. La guasa gaditana se traducía en deseos de postergar el ascenso. La malafollá no tardó en aparecer. «Hoy perdéis, tenemos que ir a Mallorca en chanclas», respondían los rojiblancos.
Las terrazas hicieron su agosto y no lamentaron incidentes. «Un ambiente muy bonito y la caja llena, como para quejarse», comentaba el encargado de un bar situado cerca de Los Cármenes. Con el buche lleno y los nervios invadiendo a los aficionados, desde las cuatro de la tarde se empezaron las quedadas multitudinarias de las peñas y llegaron los momentos más bonitos. Las horas hasta que el bus llegara pasaron entre una eterna sucesión de cánticos. Impresionante el himno a capella y muy amistosa la pelea de himnos con los cadistas. En definitiva, una fiesta del fútbol previa a una final en la que los dos equipos se juegan mucho. Y faltaban por llegar los protagonistas del duelo. En los autobuses se concentraban los de Diego y los de Cervera. Pero el partido ya había comenzado de la mejor forma posible.
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