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Sábado, 21 de abril 2018, 02:12
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Como en su día dijo Joan Laporta cuando era presidente del Barcelona, «¡qué no estamos tan mal!», pensarán en el club rojiblanco. Las matemáticas siguen hablando de posibilidades y el calendario de enfrentamientos ante rivales directos que le pueden otorgar el pase al 'play off', en el que competir por un premio que vale lo mismo aunque no se consiga de manera directa. A estas alturas el Granada suma 54 puntos, algo que hace no mucho tiempo le habría valido, al menos, para estar entre los seis primeros clasificados. Este curso es octavo después de una serie de siete partidos en los que solo ha conseguido una victoria y dos empates como premio. Cinco puntos de veintiuno que le han hecho perder toda esperanza de pelear por el ascenso directo y compromete su concurso en las eliminatorias finales.
Con todos estos condicionantes la visión del espectador es claramente catastrofista. Muy lejos queda aquella última temporada en Segunda (2010/11) en la que se disfrutó de lo lindo en Los Cármenes. Entonces, una vez disputada la trigésimo quinta jornada, también los rojiblancos contaban con 54 puntos en su casillero. A diferencia de lo que ocurre ahora, sí se encontraba en puestos de 'play off'. Era sexto, aunque entonces el séptimo también entraba entre los elegidos al andar por entonces el Barcelona B en la parte alta de la tabla sin posibilidad de ascender. La ventaja respecto a la tierra de nadie era de cuatro puntos, un buen colchón.
Pero la principal diferencia entre uno y otro curso eran las sensaciones que el grupo transmitía. Ese Granada de Fabri era un equipo recién llegado a la categoría después de 23 años a espaldas del fútbol profesional. La ilusión instalada en Los Cármenes tras el ascenso en Alcorcón se mantuvo, apoyada en una trayectoria ascendente que pocos esperaban. El discurso oficial, además, era bien distinto. Se hablaba de la permanencia como principal objetivo, sin apartar radicalmente inquietudes más ambiciosas conforme pasaban las jornadas.
Ya lo advertía Quique Pina, el presidente del Granada entonces, en una entrevista a este periódico el verano de 2010, antes de afrontar el curso en Segunda. «Lo que quiero es que la plantilla no sea conformista. Si las cosas se hacen bien, y tenemos la máxima humildad, todo es posible. Hay un equipo capaz de competir con cualquiera de la categoría. Eso no quita que el primer objetivo sea mantenernos de forma holgada. La meta del ascenso se puede lograr, pero con la paciencia necesaria», señalaba el murciano.
Hace escasas semanas, con motivo del Lorca-Granada, también Fabri González apuntaba en una charla informal con IDEAL que, «de puertas para afuera», se defendía que el objetivo era la salvación, pero en el vestuario «siempre cultivamos el tema del ascenso. Yo sabía positivamente que si el equipo se metía en 'play off' iba a ascender. Tenía esa corazonada». El gallego dio una clave de lo que está sucediendo con el actual Granada al recordar a sus rivales en la pelea por llegar a Primera: «Había equipos, como el Valladolid, el Elche, el Celta... para los que no lograr el ascenso directo era un fracaso. Para el Granada era una virtud porque venía de Segunda B».
Tanto Pina como Cordero mantienen ese discurso a caballo entre cierto conformismo y un doble juego para quitar presión a sus jugadores en el Cádiz. El equipo amarillo disputó el pasado curso las eliminatorias de ascenso, algo que le otorga el cartel de candidato para esta campaña, sin embargo, mantienen que el objetivo es la permanencia.
El enfoque conservador le ha dado siempre frutos. Una forma distinta de actuar. La actual directiva rojiblanca ha querido se transparente y realista. El objetivo es el «ascenso directo», como recalcaron todos los directivos que pasaron por la sala de prensa de la ciudad deportiva o de Los Cármenes durante la presentación de los muchos jugadores firmados. También Oltra cuando fue confirmado y habló por primera vez ante los medios asimiló el mensaje institucional. «Hay que asumir con normalidad lo que el club marca como objetivo, que no puede ser de otra manera que el ascenso». Ahora bien, el valenciano, con muchos años de fútbol a sus espaldas en Segunda, ya advirtió de que había que evitar que todo eso «no nos genere presión, urgencia o duda. El objetivo, que es a largo plazo, no puede ser otro».
No le quedaba otra después de un descenso sonrojante. La ayuda que la Liga otorga a los equipos que pierden la categoría y las posibilidades económicas del club le han situado como el más poderoso de la categoría, así que no podía enmascarar su plan de acción. Un recién descendido nunca puede hablar de permanencia en su primer curso en Segunda, evidentemente. Esa presión de la que hablaba Oltra es la que ahora demuestran tener los jugadores, atenazados ante la falta de resultados positivos en las últimas fechas. Hasta en Los Cármenes se ha perdido el vigor que hace no tanto impedía que se escaparan puntos de allí. Cambiar la situación pasa por lograr el triunfo ante la Cultural Leonesa para encarar las dos exigentes citas ante el Huesca y el Rayo con cierto optimismo.
El Granada de Fabri era un recién ascendido con todo por ganar. El de Pedro Morilla, antes de Oltra, un caramelo envenenado que exige las mayores cotas sin lugar para la duda. La mejor noticia para el equipo rojiblanco es que tiene tiempo, no mucho, y jugadores para ello. Mejor pensar e el día a día que en lo que queda por venir. El «partido a partido» tan manido.
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