Pedro Sánchez desata la locura en el 93

Le costó al Granada buscarle las cosquillas al Almería en la primera mitad. Los granadinos movieron el balón durante la mayor parte del tiempo pero en los primeros compases abusaron de los balones largos y poco a poco el equipo de Oltra se fue atascando más y más cuando quería salir con el balón jugado desde atrás. Solo Sergio Peña, cuya actuación en la media fue bastante más gris que la de Kunde y Espinosa, fue capaz de generar algo de peligro ante la meta rival en la primera media hora, con un disparo desde la frontal que desvió bien René.

No obstante, la presencia del Granada en el área almeriense fue haciéndose mayor con el paso de los minutos y la participación de un Machís sembrado por banda izquierda multiplicó los problemas del equipo de Alcaraz, que hasta entonces estaba sufriendo lo justo. El venezolano puso un par de balones peligrosos al área que no encontraron rematador pero a la tercera fue la vencida. En el corazón del terreno almeriense apareció Víctor Díaz para recibir el centro de su compañero, cabecear como un auténtico nueve y superar a René (1-0).

La exhibición del atacante venezolano continuó en la segunda parte, que prácticamente inauguró con un trallazo a la escuadra que pareció dejar el partido visto para sentencia (2-0). El frío desapareció de un estadio que había visto a su equipo comenzar como el día del Albacete, pero que con la aparición del internacional vinotinto rememoró sus mejores tardes de los últimos meses. Sin embargo, el conjunto de Oltra iba a acabar pagando muy caro el no aprovechar sus oportunidades. Joselu falló dos mano a mano con René y unos instantes antes del segundo Rubén Alcaraz puso en la escuadra un lanzamiento de falta desde casi 25 metros. El Granada fue retrocediendo, el Almería buscando generar un incendio en la zaga local y consiguiéndolo con el tiempo ya cumplido, cuando Morcillo se aprovechó de un rebote para empujar el balón a gol (2-2). Tuvo que volcarse el Granada a la desesperada, como si no hubiera un mañana. Y en medio de un ambiente de frustración generalizada apareció Pedro para hacerse con un balón embarullado en el área, rematar a gol y desatar la euforia en el seno de una afición tan acostumbrada a sufrir que ya parecía asumir la pérdida de los dos puntos que se habían saboreado durante más de una hora. Pero esto es fútbol. Y el Granada es capaz de lo peor y también de lo mejor como equipo que es de este bendito deporte.