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Héctor Hernández, ante el Deportivo.
El proscrito del vestuario
EXPEDIENTE 2016/17

El proscrito del vestuario

El lateral encandiló con su juego nada más llegar en el mercado invernal procedente de la Real Sociedad. Sin embargo, su afán por quedar bien con la grada le granjeó numerosos enemigos entre sus compañeros, que le repudiaron tras la última jornada

Juanjo Martín

Miércoles, 7 de junio 2017, 23:48

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Con el término 'tribunero' se hace referencia a aquellos jugadores que están más pendientes de agradar a los aficionados que de buscar el bien colectivo. A la mente viene rápido el ejemplo del futbolista que esprinta detrás de un balón que sabe a ciencia cierta que no va a evitar que salga, pero que le valdrá para el reconocimiento de la grada en forma de aplauso. Ese apelativo se le podría atribuir esta última temporada a Héctor Hernández, al que los aficionados rápidamente acogieron como uno de los suyos -pese a llegar en el mercado invernal- y que terminó repudiado por sus compañeros.

El lateral izquierdo se quedó sin recorrido en la Real Sociedad ante la explosión de Yuri, quien se convirtió en un fijo para la escuadra donostiarra. La falta de oportunidades y el deseo de jugar del pucelano promovieron su salida mediada la campaña en forma de cesión. El destino fue un Granada que demandaba más mordiente en el costado de la zaga. En la inauguración quedó bautizado con honores, pues participó en los últimos minutos del triunfo sobre Las Palmas. Ahí se inició una racha victoriosa en casa de tres jornadas que hizo soñar con la permanencia y en la que Héctor fue el indiscutible titular a la izquierda de los centrales.

Su obra maestra se produjo en el choque ante el Betis, justo después de la goleada adversa en Ipurúa (4-1) en la que se le reservó. Frente a los verdiblancos fue su primera aparición en el 'once' y la aprovechó a las mil maravillas. 'Litri', como se le apoda, se lució con un enorme despliegue que le llevó a cabalgar de manera imparable pegado a la línea de cal. El desborde y los centros al área supusieron una novedad tras media temporada absolutamente roma por ese flanco. El acierto rematador en esos envíos le erigieron rápidamente como uno de los mejores asistentes de la plantilla, pues el listón estaba bajo.

Una sobrecarga en el isquiotibial le impidió concluir el duelo, una tónica que se repitió ante Alavés al retirarse cojeando antes de tiempo del que sería último triunfo del Granada en esta aciaga campaña. Esos problemas físicos desaparecieron para estar en Butarque, donde apenas rindió en la 'final' perdida en el feudo del Leganés. Tras una semana entre algodones pudo jugar ante el Atlético de Madrid, pero no así en la siguiente jornada, en la que tocó visitar El Molinón.

En esos días previos fue cuando se empezó a romper el idilio de Héctor con sus compañeros. La bronca que mantuvo con Alcaraz por el repentino dolor de rodilla que le impidió viajar a Gijón le pasó factura. La pausa por el 'parón' de selecciones le vino bien, pues las aguas se apaciguaron y actuó en las siguientes jornadas. Eso sí, su demarcación varió ligeramente al ser empleado como extremo en el partido ante el Deportivo, con Estupiñán en la defensa. Allí en Riazor demostró que la 'chispa' ofrecida en ataque se disipa cuando no llega en velocidad desde atrás.

Una vez se instaló Adams al frente del banquillo, Héctor siguió arrastrando diversas molestias que no le posibilitaron acabar los encuentros ante Sevilla (tobillo) ni Málaga (rodilla). Luego regateó el trance de vivir el descenso sobre el césped de Anoeta por la 'cláusula del miedo', que no le dejó enfrentarse a su club de origen. Sin una meta por la que luchar y dado el historial de incidentes previo, todo hacía pensar que ya no jugaría más.

No obstante, la falta de efectivos le devolvió al 'once' en la última jornada, en la que el polvorín del vestuario estalló. El afán de Héctor por querer dar una vuelta de 'honor' en solitario le valió las recriminaciones de los capitanes, ya fuese de manera velada (Ochoa) o pública (Foulquier). El encontronazo provocó que casi llegaran a las manos y el lateral terminó por ducharse en otra sala, tras ser desalojado literalmente al tirar sus pertenencias fuera del vestuario. Un triste epílogo para lo que apuntaba a ser un bella relación y que acabó con el futbolista proscrito.

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