Ideal
Granada CF

la contracrónica

A quien corresponda

  • La caída en picado del Granada desde que el técnico inglés se hizo cargo del equipo ha entrado en el terreno de lo humillante

Hace falta que acabe de una vez este suplicio de contemplar jornada a jornada a un Granada que, bajo la batuta de Adams, cuenta sus actuaciones por bochornos futbolísticos. El ambiente de funeral tras el descenso en Anoeta hacía presagiar un duro partido para la parroquia local ante la vista de un Madrid necesitado de puntos para seguir en su persecución del título. Los peores augurios se superaron cuando a los diez minutos de iniciada la contienda, los de Zidane ya había conseguido dos tantos prácticamente sin despeinarse. La sangría de cuatro goles del primer periodo se paró tras el descanso, con un Real Madrid que ya sesteó en este periodo -aunque pudo conseguir alguna diana más-, guardando fuerzas para futuros compromisos.

La caída en picado del Granada desde que el técnico inglés se hizo cargo del equipo ha entrado en el terreno de lo humillante para una afición a la que sólo le queda esperar que concluya de una vez esta temporada de decepciones. A la falta de calidad de una plantilla que ha descendido por deméritos propios, se une el caos que ha anidado en el equipo desde hace varias jornadas con una serie de tomas de decisiones técnicas caprichosas e inexplicables, que llevan al Granada a ser un auténtico pelele en manos de cualquier rival.

Más aún si el enemigo deportivo atesora las cualidades de los madridistas, que cada vez que forzaban el ritmo del partido hacían y deshacían a su antojo, en una plácida jornada que antecede a las finales que en competición nacional e internacional les esperan próximamente. Los locales no existieron durante toda la primera parte, donde el propio banquillo rectificó rápidamente su estrategia cuando ya se habían encajado los dos primeros goles, supliendo a un Ally Mallé que no parecía el máximo responsable del desaguisado de la banda izquierda rojiblanca, donde Gastón Silva dio un recital de inanidad defensiva durante este periodo.

El Granada no sabe lo que es futbolísticamente hablando. La confección de las convocatorias y alineaciones es cada vez menos entendible. Han desaparecido de las alineaciones jugadores que se consideraban básicos, caso de Wakaso, con escasas explicaciones respecto a esta decisión, que si se basa en la no continuidad del ghanés, debiera hacerse entonces extensiva a otros muchos jugadores que tampoco continuarán el próximo curso, caso de Andreas Pereira, que estuvo simplemente horroroso ante el Madrid. No fue el único: Khrin demostró su manifiesta incapacidad, justificando su ostracismo durante buena parte de la campaña; Angban parece no dar más de sí, limitado en labores defensivas y nulo en aspectos creativos; y Uche anda muy perdido desde hace varios partidos, con la cabeza quizá en otro lado. Sólo Hongla demostró ciertas virtudes en el manejo del balón desde atrás, a pesar de mostrar igualmente ciertos problemas derivados de su bisoñez.

El disparate en la dirección desde el banquillo que está suponiendo la presencia de Adams ha llevado a que un equipo que ha mostrado carencias severas a lo largo de toda la temporada, haya agudizado éstas hasta caer en una esperpéntica banda sin sentido alguno de equipo. Es descorazonador contemplar la falta de convicción del conjunto, de vergüenza profesional de muchos de sus integrantes, la ausencia de trabajo, de mecanismos ensayados… Un auténtico horror para el aficionado granadinista que está asistiendo a una de las más tristes temporadas que se recuerdan del Granada en Primera.

No cabe ya apelar a la dignidad, pues sería en vano. Ésta se perdió desde hace bastantes jornadas. Y muchos de los que ahora lucen la camisola rojiblanca horizontal parecen no conocerla en sentido futbolístico. Lo que parece claro es que la decisión de sustituir a Alcaraz en modo alguno ha traído nuevos aires o beneficio alguno a corto plazo para el Granada. La impotencia bajo la batuta del técnico granadino ha devenido en ridículo espantoso bajo la nueva dirección inglesa, cuyas humoradas y semblante jocoso en diferentes declaraciones no hacen más que aumentar la preocupación entre la parroquia granadinista sobe las capacidades de los que dirigen y deciden en el club.

El enorme esfuerzo que ha supuesto la recuperación de la hinchada local, después de la larguísima travesía del desierto por los campos de Segunda B y Tercera durante demasiados años, no debe dilapidarse con la rapidez que se está llevando a cabo por los nuevos rectores del club. Tras muchos años fuera de la élite, la ilusión generada a golpe de ascensos fulgurantes recuperó para la ciudad una afición dormida y aletargada. Las calles volvieron a llenarse de camisetas rojiblancas, y los niños, esos aficionados del futuro, empezaron a lucir con orgullo las enseñas y emblemas del club. Esa lealtad ha llevado a aguantar con estoicidad sufrimientos al límite en temporadas donde la permanencia en Primera se consiguió in extremis, e incluso ha permitido acompañar con prudencia y mesura una triste campaña como la que ha tocado ahora padecer.

Pero no se puede continuar por la senda de la continua degradación futbolística del club. Quien corresponda debe tomar las medidas necesarias para devolver a esa afición lo mucho que la misma ha dado por el equipo todos estos años pasados y, en especial, en la presente temporada. Sería terrible continuar por el camino trazado este curso, de decisiones equivocadas surgidas de personajes carentes de experiencia profesional en el mundo del fútbol, acompañados de una apuesta económica timorata en la confección de la plantilla.

El panorama en Segunda no va a ser fácil. Basta repasar las trayectorias de otros históricos de Primera descendidos, caso del Zaragoza o el Valladolid, incapaces de retornar a la élite, o del Mallorca de esta temporada, o del propio Osasuna de hace dos campañas, a punto de caer a Segunda B, para comprender las dificultades a afrontar el próximo curso.

Las experiencias asiáticas en la dirección de clubes de la Primera española están caracterizándose por fiascos en relación con las expectativas en principio generadas. El Valencia no termina de ocupar la posición que por historia le corresponde; el Español no ha mejorado sustancialmente sus prestaciones ligueras; y en el caso del Granada, el fracaso ha sido estrepitoso. Confiemos que el paso atrás de la caída en Segunda del equipo rojiblanco sirva al menos al joven propietario Jiang Lizhang para reflexionar sobre el cúmulo de despropósitos acumulados en las decisiones deportivas durante esta temporada. Confiar las mismas a personas capacitadas y trabajadoras debe ser el plan a seguir. Y pronto, antes que tarde.

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