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GRANADA CF | PERFIL

Un ghanés reñido con su ímpetu

Un ghanés reñido con su ímpetu
/ PEPE VILLOSLADA/GRANADA CF
  • Pese a su historial de equipos, Wakaso ha dejado una gran huella carismática entre las aficiones del Elche, el Espanyol y la UD Las Palmas

El carácter edifica a la persona y en el caso de Wakaso Mubarak (Ghana, 1990) se trata de un volcán que ha erupcionado varias veces. Una fuerza de la naturaleza con un espíritu titánico sobre el césped. Ha jugado ya en medio mundo pero dejando allí donde ha ido un rastro de lo que es. Una persona transparente, carismática, que va de frente. Un pack indivisible de virtudes y defectos.

El ghanés no tenía ni 18 años cuando se marchó a Londres a probar suerte en las filas del West Ham y el Tottenham. Le dijeron que era demasiado joven. Meses más tarde firmó su primer contrato como profesional fuera de África. Fuera en España, con el Elche. En Ghana había jugado en el Ashanti Gold. Hijo del fútbol africano y su dureza, también allí acababa expulsado alguna vez antes del descanso.

Al Elche llegó como un jugador zurdo y sin posición, superdotado en lo físico e indomable en lo temperamental. Con más golpeo que técnica e indisciplinado en lo táctico. No contó para los entrenadores David Vidal y Claudio Barragán después, en unos inicios duros, pero sí convenció al técnico José Bordalás por sus cualidades en el centro del campo, dejando atrás la banda izquierda que le fue asignada por su rapidez. Su consagración coincidió con la llegada de su mujer y uno de sus hijos a Elche en septiembre de 2010. Cambió el rostro apesadumbrado por la sonrisa y aquel inicio de campaña, su equipo fue 'Wakaso y diez más'.

Un tiburón en el campo y un niño fuera, querido por todos pese a faltas como un retraso injustificado de 34 días. No sería el último en su carrera. En enero, su expulsión en el primer tiempo ante el Granada en el Martínez Valero por patear a Manolo Lucena terminó por condenarle: en circunstancias sospechosas, el presidente José Sepulcre decidió despedirlo y en cuestión de horas firmó por el Villarreal B. Todavía se investiga la operación.

Wakaso apenas jugó en el filial. Los problemas físicos de Marcos Senna le abrieron una puerta que supo aprovechar, incluso en Europa League. Un caso paradigmático, contrarrestado meses después como desapercibido integrante del descenso más inesperado. En julio de 2012 el Espanyol lo firmó por cuatro temporadas tras pagar 300.000 euros.

Tuvo que prometer a Mauricio Pochettino que se portaría bien. Tal era su fama y su problema con las tarjetas. Relevado por Javier Aguirre a los pocos meses, el mexicano entabló con Wakaso una relación paternal, con sus castigos y llamadas al orden públicas pero también con cariños.

Destacó en el centro por su contundencia y marcó tres goles, su mejor marca, sabiendo adaptarse también a cualquiera de las dos bandas. Una gran Copa de África le colocó en el radar de equipos como el Everton o el Inter de Milán, pero quien llegó con la pasta fue el Rubin Kazán. Pagó seis millones de euros y le dio a Wakaso una oportunidad que no supo rechazar, incluso pidiendo perdón al club, que quiso duplicarle la ficha. Atrás quedó el murmullo de que Cornellá-El Prat quería «once Wakasos», por su pundonor.

Mejor como interior

Nunca se adaptó a Rusia. En enero de 2014 sufrió la muerte de un hijo de cuatro meses, que hoy señala como una inspiración. Marchó cedido al Celtic de Glasgow pero no convenció, de más a menos. Terminó de nuevo prestado en la UD Las Palmas, que se guardó una opción de compra por 2,5 millones. Nunca la efectuó pese su deseo: se ganó a Setién y a toda Gran Canaria, más por su carisma y su entrega que por su fútbol. Destacó por ser la antítesis del jugador autóctono. Rindió como interior zurdo; se perdió, sin pausa, en el centro. Logró reconducir su carácter.

A Granada llega tras firmar tres años por el Panathinaikos el pasado verano, sin éxito. Ha estado meses dejándose querer por los canarios, a los que ayudó en la contratación de su compatriota y amigo Kevin Prince Boateng. Vestirá la rojiblanca cedido y con la necesidad de recuperar la constancia en su carrera tras varios tumbos. Dejará huella. Está por ver si sobre el campo.

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