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Cuando una voz autorizada como la de Xavi Hernández coloca a Sergi Samper en la línea de sucesión de los actuales mediocentros del Barcelona, ha de tener motivos rigurosos. El mítico centrocampista le incluyó en unas declaraciones para RAC1 como un emblema del futuro del equipo de su vida y no sólo es porque le pierda la pasión por la cantera azulgrana. Todos los informes que llegaban sobre este jugador acunado en La Masía eran inmejorables este verano. Tentado incluso por otros clubes, el vínculo de su representante, Pere Guardiola, con el Granada desde este verano, es probable que ejerciera un efecto decisivo en la llegada al club nazarí en préstamo.
Pero desde su llegada tardía, Samper tardó en adaptarse a lo que se requería. Pasó del protagonismo inicial al olvido, falto de fuelle. Volvió de manera efímera con Planagumá ante el Leganés, pero a Lucas Alcaraz, después, se lo ha tenido que ganar a pulso. El granadino lo ha introducido en el proceso de adaptación como otros jóvenes. Cada cual enfrentado a sus propias debilidades. Ahora suma ahora dos titularidades seguidas. Le queda mucho carrete, pero ha entrado en un necesario camino de 'desaprendizaje', con el fin de alcanzar su verdadera dimensión.
Samper es un futbolista que genera confusión, pues no es un elemento desequilibrante. Digamos que el molde La Masía le ha limitado hacia unas tareas muy concretas. Empleado como 'cuatro', el pivote puro dentro de la nomenclatura azulgrana, el catalán siempre ha tenido misiones de refuerzo de la salida de balón desde atrás sin grandes complicaciones, dejando las acciones de riesgo para otros compañeros. Situación entre los centrales como puente, ofrecimiento en la salida aseada, descarga fácil a un costado o al compañero próximo, participando en la presión colectiva tras pérdida en posiciones avanzadas. Nunca tuvo que decantarse por lanzamientos excesivamente prolongados, ni se fajó en innumerables disputas físicas, pues en las categorías inferiores del Barça los suyos siempre dominaron el balón. Esto refina con el esférico pero lastra sin él. Fuera de aquella burbuja, todo es gélido.
Un producto tan perfilado sufre mucho fuera de hábitat, mientras encuentra su verdadera personalidad. Samper no tiene el corpachón de Busquets, ni está acostumbrado a acelerar y frenar las acciones como Iniesta. Recuerda a otros medios livianos, cuya influencia crecía con la pelota, sin grandes estridencias, como un metrónomo. Físicamente estaba muy lejos de la demanda de Primera división y poco a poco ha mejorado. Esto, unido al desconcierto inicial de la etapa de Jémez, con una propuesta atrevida pero sin la coordinación precisa, engulleron a Samper, que se extralimitó. La grada le miró con extrañeza.
Casi siempre se incrustó en un doble pivote en el ciclo pasado, siendo el que daba un paso más adelante, como supuesto arquitecto. Seguramente le tocó conducir y correr más que nunca, tomar decisiones precipitadas, muchas veces sin sentido. Su luz se fue apagando y ha sido con paciencia y atención como volvió a intervenir, ya con Alcaraz. En principio le utilizó para dar mayor ritmo a la circulación en las segundas partes. Una alternativa. En Balaídos volvió a los esquemas, aprovechando que la baja de Boga devolvió a Pereira al carril zurdo, pero otra vez se ubicó un paso por delante de otro que ejercía de eje, como Uche Agbo. Demasiado espacio para sus nociones organizativas.
No fue hasta el sábado cuando de repente el ecosistema se comenzó a parecer a aquel en el que residió toda la vida desde niño. El Granada se estructuró con un 4-3-3, con él de 'tapón' y dos volantes cercanos en la ayuda, con capacidad para el intercambio y mucho recorrido.
Los laterales fueron lo suficientemente ofensivos y le abrieron el horizonte. Cometió algunos errores, pero su balance en los pases cortos resulta sintomático. De hecho, posee un 84% de acierto en esta faceta. Un porcentaje que baja a la mitad en los largos, su asignatura pendiente.
Desde Cataluña se extrañaron de que estuviera orillado. Cuando actuó en el Camp Nou, en los minutos finales, le recibieron con una atronadora ovación. Samper está en una fase de madurez que tiene ritmos diferentes según cada persona. Es en esta etapa cuando puede uno quedarse por el camino o reconvertirse hacia otros perfiles. Ahí está Sergi Roberto, que creció como volante pero ha acabado como lateral derecho, aprovechando su extraordinaria velocidad.
Descarta rumores
«Estoy muy contento por la primera victoria y porque ya voy entrando en el equipo», comentó en un programa de radio en su tierra, despejando rumores disparados sobre su supuesta voluntad de romper el préstamo que mantiene con el equipo nazarí.
Samper seguramente necesita paciencia, pero el fútbol no la tiene. La situación del Granada encima acucia hacia rendimientos casi instantáneos. Quizás con el nuevo dibujo, con gente complementaria alrededor, se destape el talento de un chico que ha demostrado, por lo demás, ser aplicado y discreto. Algo que siempre suma en este contexto de locos, donde los egos se suelen disparar.
En principio, parece que su entrenador está dispuesto a darle continuidad, dentro de un sistema que parece irle como anillo al dedo. Todavía está por llegar su mejor actuación como rojiblanco. Una eclosión que le devuelva a otro nivel al Barça, su casa, donde las sombras son alargadas. En Granada está haciendo su particular 'mili'.
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