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Granada CF | La Contracrónica

Y se hizo la luz

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/ RAMÓN L. PÉREZ

  • Lucas Alcaraz demostró ser más versátil y rico en propuestas tácticas de lo que algunos le suponemos

El domingo pasado Iago Aspas dijo que le gustaría jugar siempre ante el Granada, pues le goleaba en todos sus enfrentamientos. Los rojiblancos horizontales debieran pedir jugar siempre contra el Sevilla, ya que los tres últimos enfrentamientos ligueros frente al potente equipo de Nervión han acabado con tres victorias granadinistas: dirigidos por Sandoval se salió de una fase crítica hace un año con una victoria en casa con goles de Succes y Peñaranda -por cierto con un esquema de tres centrales que desconcertó a los entonces pupilos de Unai Emery-; bajo la batuta de José González se alcanzó la permanencia con una contundente victoria en el Sánchez Pizjuán en la penúltima jornada de la campaña pasada ante un Sevilla con la cabeza puesta en las finales de Copa y de la Europa League; y con la dirección de Alcaraz se ha conseguido la primera victoria de la presente temporada ante el Sevilla de Sampaoli que llegaba a Los Cármenes en racha y como tercero de la liga de Primera.

El técnico local demostró ser más versátil y rico en propuestas tácticas de lo que algunos le suponemos. La desesperación vivida hace menos de una semana en Balaídos con un Granada incapaz de reaccionar ante la adversidad y sin variar en su posicionamiento táctico para intentarlo, ha dado paso a nuevas búsquedas de estrategias tanto en Copa ante Osasuna como en liga ante el Sevilla. El propio Lucas Alcaraz, tras vencer a los sevillistas, afirmó que los esquemas son buenos o malos en función de que los hagan tales los jugadores. ¡Cuánta razón tiene, y cómo nos ofuscamos muchas veces en tratar de racionalizar al límite un deporte donde el azar juega también un papel trascendental!

Los que esperaban el mantenimiento del esquema de tres centrales ante los de Sampaoli se sorprenderían de la alineación decidida de partida por Lucas, que volvía a la tradicional defensa de cuatro para poblar más el centro del campo local, sabedor del potencial que la escuadra del argentino tiene en dicha zona. El temor era que al arropar menos a la zaga rojiblanca volvieran las debilidades traseras vividas en otras jornadas. El esquema con tres centrales se había mostrado eficaz ante rivales teóricamente muy superiores, como en el Nou Camp ante el todopoderoso Barça, y en Mestalla ante el Valencia. Pero en Vigo el planteamiento se vino al traste por avatares incontrolables por parte del entrenador: la jugada del primer gol celtiña que llegó tras una pifia gruesa de Vezo aumentó la desconfianza del equipo, que se hundió definitivamente con el segundo gol en contra.

Ante el Sevilla, esta vez con otro posicionamiento táctico, pudo suceder lo mismo. En el primer tercio de partido el equipo nervionense demostró una superioridad manifiesta, con numerosas penetraciones por banda derecha, donde Mariano, un exquisito carrilero, traía como loco a un desasistido Gabriel Silva. Entonces Correa pudo adelantar a los sevillistas, pero un cruce de Lombán lo evitó y consiguió que la depresión no se apoderase de los locales.

La línea de hasta cinco jugadores en línea para defender, con Boga, Uche, Samper, Pereira y Carcela taponando los avances visitantes, espesó el juego sevillista poco a poco, y el trivote con Samper de medio centro y Uche y Pereira más adelantados, empezó a funcionar en ataque. El Granada esperaba una oportunidad para dar un zarpazo. El poderío físico de Uche subiendo el balón y la calidad individual de Boga asistiendo consiguieron el propósito en un contraataque que culminó Pereira con un sutil remate desde el área pequeña. La jugada fue un ejemplo de contra-ataque y de incorporación de la segunda línea para remachar el gol.

El Granada empezó a creer en sí mismo. Claro que todo podía a haber vuelto a la inquietud si Correa o Mariano hubieran perforado el marco de Ochoa antes del descanso en sendas grandes ocasiones de gol. La fortuna, esquiva en otras ocasiones, se alió esta vez con el Granada, sobre todo con una proverbial aparición de Lombán sobre la línea evitando el empate poco antes del receso. Las tablas hubieran dado lugar seguramente a una segunda parte muy distinta, pero la pólvora de los hispalenses estuvo en la mañana del sábado bastante mojada. Un despeje muy deficiente de Gabriel Silva iniciada la segunda parte puso en bandeja el empate a Vitolo, pero el internacional español incomprensiblemente marró la ocasión con todo a favor. Nuevamente la suerte caía del lado del Granada, al contrario que en Balaídos, donde en una acción muy similar Vezo falló, Aspas acertó y el gol encajado inició un estado de depresión futbolística del que no se desembarazó el Granada durante todo el encuentro.

Y es que la efectividad en el fútbol es clave. Poco después de la pifia del defensa brasileño granadinista, una buena acción ofensiva local pudo acabar en gol tras un remate seco de Boga que Sergio Rico despejó a córner como pudo. Ni los más optimistas de los forofos locales podían apostar antes del partido que el Granada le ganase la partida a balón parado al Sevilla, dado el tallaje de muchos de los jugadores hispalenses, pero fue tras un córner cuando el éxtasis iba a llegar a Los Cármenes, tras una buena peinada en el primer palo del incansable Kravets –una de las pocas pelotas que ganó de cabeza a los centrales rivales-, que Lombán empujó con acierto al fondo de las mallas en el segundo adelantándose a los rivales al intuir la trayectoria del esférico.

El Granada alcanzaba una distancia en el marcador a favor no vista desde aquellos veinte primeros minutos prometedores del Villamarín. Quedaba aún un mundo, y el Sevilla había dado muestras en otros partidos de su capacidad para remontar, como en Riazor ante el Dépor. Pero esta vez la solidaridad, la lucha de todos los rojiblancos sin cuartel hasta el final del partido, evitó que los visitantes se acercaran en el marcador hasta la última jugada. No se deben olvidar tampoco algunas intervenciones muy acertadas de un cada vez más entonado Ochoa, que se afianza jornada a jornada bajo palos y que evitó que el Sevilla se metiera en el encuentro con tiempo para buscar el empate.

Incluso si el árbitro González González hubiese estado más acertado al final del encuentro, el marcador habría podido ser más abultado a favor de los rojiblancos. Cuenca, que había suplido a Boga, fue empujado por Sarabia cuando encaraba a Sergio Rico, en una clara acción punitiva que se quedó sin castigar. En la última acción del partido, un enganche entre Lombán y Ben Yedder sí fue señalizado como pena máxima, en una apreciación en esta ocasión más rigurosa del colegiado. El gol visitante coincidió con el pitido final, y ya nadie pudo quitar la victoria al Granada. La distinta vara de medir del árbitro fue también una constante en la muestra de tarjetas, donde el Granada salió sin duda perjudicado en relación con su rival.

Cuando el marcador se pone de cara, cuando los goles caen del lado propio y el rival es incapaz de replicar, todos los futbolistas parecen mejores y en mejor forma física. Es lo que ocurrió con los del Granada ante el Sevilla, donde la defensa mantuvo el tipo con actuaciones destacadas en especial de Lombán y Saunier, un Foulquier cumplidor y un Gabriel Silva que se activó en la segunda parte tras su gran pifia en el arranque de este periodo.

El trivote de Samper, Uche y Andreas, con el nigeriano cuajando una completísima actuación y Samper y Pereira más entonados que en semanas pasadas, puede parecer a muchos la solución al gran problema habido hasta ahora en la sala de máquinas de la creación de juego. Pero cada partido es un mundo, y cada rival diferente. Por ello hay que alabar el esfuerzo desde el banquillo de trabajar posicionamientos o esquemas alternativos, de tratar de sacar el máximo partido a la plantilla ante los diferentes rivales. El empeñarse en una idea de juego caiga quien caiga, y sean quienes sean los componentes del plantel, denota más soberbia y falta de recursos que sapiencia futbolística.

Delante, Carcela y Boga inquietaron cada vez que percutieron a la defensa rival en las inmediaciones de su área. Si ambos abandonan egoísmos y buscan más a sus compañeros el equipo aprovechará mejor sus capacidades, de las que la jugada del primer gol fue buena muestra. Kravets es un honrado profesional que se vacía en cada partido y que maneja bien el apoyo a los compañeros y las aperturas a bandas que oxigenan al conjunto, aunque parece lejos de ser un punta resolutivo y cuando llega a la zona de definición, lo hace las más de las veces en exceso agotado. Su compromiso es empero incuestionable.

Alcaraz sigue en su búsqueda constante de equilibrios. Cerró la hemorragia trasera haciendo que el equipo encajase menos goles. Porfía en cada partido por tapar las carencias defensivas con repliegues más eficaces, y persigue con denuedo que su conjunto aumente sus posibilidades ofensivas. El asunto no era, no es ni será fácil. A la bisoñez de muchos, se une la tardía incorporación de algunos elementos, y la pesada losa del desatino en el arranque de temporada donde el club llegó al desquiciamiento futbolístico. La tarea es ardua, a largo plazo sin duda. Seguirán habiendo baches y hundimientos singulares, pero no tenemos derecho a desmoralizarnos, como bien dijo Lucas tras la debacle de Vigo.

Ante Valencia y Sevilla se han sumado cuatro puntos. Con Lucas sólo se ha perdido ante Atlético, Barcelona y Celta, equipos netamente superiores en plantilla, y las decepciones de no superar a Sporting y Deportivo en casa, se empiezan a compensar con el empate en Mestalla –un campo tradicionalmente maldito-, y con la victoria ante el Sevilla. Después de tantas tinieblas al fin se hizo la luz. Es lógico pues que se reciba esta primera victoria con entusiasmo, y que la desesperanza acumulada en jornadas anteriores al menos sea puesta en “stand by” por unos días.

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