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En la despedida

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/ Alfredo Aguilar

  • De lo que no cabe duda es que la página escrita por la familia Pozzo y gestionada por Pina al frente del Granada, sin olvidar la decisiva figura de su fiel colaborador Juan Carlos Cordero, puede señalarse como la más brillante de las últimas cuatro décadas de historia del club

La dimisión de Enrique Pina Campuzano como Presidente del Granada CF SAD el 24 de junio de 2016 ha puesto fin formal a la aventura empresarial iniciada en 2009 con la llegada del inversor Gino Pozzo a la ciudad para hacerse cargo de un club arruinado, cercano a su desaparición, sumido en el averno de la división de bronce española, que ha sido vendido ahora a un joven empresario chino ocupando una plaza de su liga profesional de élite, la más laureada en Europa en lo que llevamos de siglo.

Un periodo con resultados deportivos objetivamente encomiables y de difícil superación. Se han vivido dos ascensos consecutivos: de 2ªB a 2ªA en el primer año tras la llegada al club del nuevo dueño y equipo dirigente, recuperando un puesto en el fútbol profesional tras 22 años, y convirtiendo a la entidad en SAD; de 2ªA hacia Primera, en el inmediatamente posterior, tras una temporada que ha quedado enmarcada como la de mejor recuerdo de todo este periplo, con un desempeño ejemplar del equipo ante su afición que creó el clima propicio para volver, tras 35 años, a la máxima categoría nacional. Las lágrimas de los aficionados sobre el césped del estadio Santo Domingo en Alcorcón, la imborrable tanda de penaltis en la eliminatoria ante el Celta en la fase de ascenso a Primera, o aquella maravillosa jugada de Odion Jude Ighalo en el Martínez Valero que dio el boleto hacia la élite, han quedado marcadas en la historia futbolística rojiblanca como páginas de oro.

Los ascensos conllevaron la recuperación del orgullo granadinista. Tras ellos, el ser granadinista y lucir la elástica rojiblanca horizontal por las calles de la propia ciudad y de las que se visitaban, ya no constituyó un acto de frivolidad, de 'frikismo', reducido a un colectivo minoritario de nostálgicos de un pasado que se contaba glorioso y que nunca volvería. El Real Madrid, Barcelona, Atlético, Athletic, Valencia, Sevilla, Real Sociedad, y tantos otros con historia de gloria y títulos en el fútbol español volvían a ser rivales de competición liguera y visitantes del nuevo estadio de Los Cármenes, del que los nuevos inversores y gestores desterraron de una vez por todas el halo de gafe para el equipo de la ciudad que había mantenido desde su inauguración. Los hijos de muchos volvieron a recibir como regalo la camiseta del Granada en vez de la de los grandes de siempre que habían cubierto durante más de tres décadas el desierto de las emociones deportivas del fútbol de Primera entre los aficionados al fútbol de Granada.

Instante del Rayo-Granada que dejó a ambos en Primera.

Instante del Rayo-Granada que dejó a ambos en Primera. / G. MOLERO

El retorno a Primera, tomado con entusiasmo y expectación por una nutrida masa de aficionados, a pesar de la falta de tacto en la campaña de abonados por parte de los inversores -cuya obsesión por recuperar y agrandar el rendimiento de su apuesta económica ha teñido más de una vez de sombras su labor ante la opinión pública- , conllevó una dura campaña donde la permanencia se atisbaba como el gran objetivo a cubrir. Conservada buena parte de la plantilla del ascenso, y con las dificultades lógicas de un club recién llegado a Primera para atraer a su proyecto a jugadores de calidad, la salvación fue conseguida in extremis, y gracias a la carambola de un gol de un tercero, el de Falcao del Atlético de Madrid ante un sorprendente Villarreal que descendió. Se tomó como lógico el padecimiento tras la larga travesía del desierto sufrida por divisiones inferiores, que se llevó por delante a un ídolo, Fabri, el entrenador de los dos ascensos consecutivos, cuya carácter franco y campechano y su divisa de 'trabajo, humildad y respeto' había calado en la parroquia local. Fue Abel Resino el que vivió aquel final agónico pero feliz en Vallecas, con aquel gol en contra de Tamudo al final del encuentro en claro fuera de juego, que a la postre fue nuevamente una fiesta para la afición rojiblanca al ver a su equipo mantenerse en la división de élite.

La ilusión desde entonces fue transitar por Primera con una cierta holgura en el mantenimiento de la categoría. Se anunciaba año tras año dicho objetivo, pero las siguientes cuatro temporadas jamás se consiguió, aunque sí siempre la permanencia final en Primera. El tránsito continuado de inquilinos del banquillo granadinista fue constante. La apuesta por Anquela -encumbrado mediáticamente tras el 'alcorconazo' copero al Madrid de Pellegrini- fracasó, y su sustituto, Lucas Alcaraz, consiguió al final de la segunda temporada en Primera la permanencia menos sufrida, con un equipo que llegó a contar entre su plantilla con jugadores como Siqueira, Mikel Rico, Brahimi, Nolito e Ighalo, entre otros. Pina creyó haber encontrado en Lucas al Ferguson de su Granada, pero el equipo perdió y/o renunció a sus mejores mimbres para la siguiente campaña, la tercera tras el retorno a la máxima categoría, donde nuevamente se tuvo que reinventar, y tras una primera vuelta espectacular en registros que hacía presagiar una temporada tranquila, el hundimiento en la segunda llevó a un nuevo final dramático en Zorrilla ante el Valladolid, que también se jugaba la permanencia, resuelto con un gol a favor en propia meta que ratificaba la baraka que siempre acompañó al equipo bajo la presidencia del murciano. El más granadinista de cuantos entrenadores se tuvieron en este periplo fue fagocitado por un clima insoportable y cainita de animadversión de un sector de la afición, el mismo que nunca recibió con entusiasmo al honrado y esforzado preparador granadino, cuya etapa final fue personalmente insoportable.

Celebración de la victoria en Anoeta bajo la batuta de Sandoval.

Celebración de la victoria en Anoeta bajo la batuta de Sandoval. / EFE

Aún más al filo de la navaja se vivieron la cuarta y quinta temporadas, resueltas con sendos tramos finales de liga de resultados sorprendentes. El inicio de la cuarta contempló la mayor apuesta económica deportiva realizada por la gestión de Pina y Cordero, la contratación de Joaquín Caparrós como entrenador. Recibida con entusiasmo por muchos de los aficionados, se convirtió en un fiasco con una calamitosa imagen del equipo, tras un planteamiento futbolístico antediluviano que despidió a muchos seguidores de las gradas. La famosa frase de Pina, '…el Granada no puede bajar', se hizo realidad en los últimos cuatro partidos de Liga, donde el revulsivo de Sandoval como sustituto de un desquiciado Abel Resino, que había suplido en enero al utrerano, obró el milagro de obtener 9 de los 12 puntos que quedaban en juego, salvando al Granada del descenso. La quinta temporada comenzó con el de Humanes en el banquillo haciendo una propuesta de fútbol combinativo y ofensivo que sin una sólida defensa llevó al equipo a las últimas posiciones de la tabla, recibiendo más goles en contra que en cualquiera de las anteriores experiencias. Nuevamente Pina y Cordero actuaron de bomberos, y bajo la batuta de José González, amigo íntimo del murciano y prácticamente desconocido en Primera, se consiguió enderezar la recta final del campeonato con una última victoria salvadora en Sevilla que aseguraba la continuidad en Primera.

Siqueira, uno de los jugadores más brillantes del Granada de los últimos años.

Siqueira, uno de los jugadores más brillantes del Granada de los últimos años. / Alfredo Aguilar

El sufrimiento acumulado, a pesar del logro de las sucesivas permanencias descritas, fue apagando la ilusión generada con los ascensos. La continuada venta de los mejores componentes de la plantilla cada año evitó la consolidación de un cuerpo estable futbolísticamente llamado a mejorar los logros deportivos. La gestión del presidente Pina y de su director deportivo Juan Carlos Cordero, trufada de aciertos en el descubrimiento de jugadores que han triunfado lejos de Granada, caso de Siqueira, Mikel Rico, Murillo, Brahimi, Nyom, Ighalo, Orellana o Nolito, entre otros, y de jovencísimos valores de futuro potencialmente esperanzador como Success y Peñaranda, llevaba irremisiblemente a la pérdida de estos elementos en cuanto despuntaban sus cualidades, en un afán de rentabilización a corto plazo de la inversión por parte del máximo accionista que impedía asentar un equipo estable futbolísticamente. El equipo se reinventó año tras año partiendo prácticamente de cero, tuvo que reforzarse en el mercado de invierno constantemente, donde el acierto en muchas ocasiones permitió salvar los muebles, pero careció de una identidad y un modelo, como quedó de manifiesto en los vaivenes de la contratación del entrenador de la tercera temporada, que se movió entre el interés por Jémez o Laudrup para llegar al fin a las antípodas de planteamiento futbolístico con el fichaje de Caparrós.

A ello se unió una nómina también significativa de fracasos en los fichajes, desde jugadores de puro relleno infrautilizados, caso de los laterales Ribeiro, Luis Martins, Neuton o Salva Ruiz, centrales ignotos como Nounkeu o Musavu King, ruidosas apuestas fracasadas, como Johan Molló, Floro Flórez o Torje, y veteranos contrastados convertidos en auténticos fiascos, como Riki o Colunga, o cuyo rendimiento quedó muy lejos de lo esperado, caso de Piti.

Ha sido esa falta de modelo que permitiese crecer serenamente al equipo desde el punto de vista deportivo lo que ha acabado apagando la llama de la ilusión en el proyecto de Pozzo liderado por Pina en Granada. El propio ya ex-presidente lo señaló en su mensaje de despedida, donde enarboló su granadinismo tras un balance donde las luces siempre superaron a las sombras. Corazón rojiblanco que en demasiadas ocasiones puso en duda ante sus propios seguidores enarbolando bufandas, propuestas y presencias en otros lares, en un intento de expansión de su actividad profesional difícil de entender desde el sentimiento, ése que sostiene místicamente al fútbol, pero no económicamente.

A pesar de algunos nubarrones -de los que aquí se ha hecho eco simplemente de los conocidos como aficionado del club-, el balance final de la gestión realizada no puede más que llevar al agradecimiento hacia un entramado empresarial que ha sacado al Granada de las cavernas y lo ha devuelto al mejor escaparate del fútbol nacional. Con ello los inversores hicieron negocio, qué duda cabe, y obtuvieron beneficios con las ventas de jugadores y la definitiva del club a sus nuevos dueños. Difícil conocer con exactitud el alcance de todo ello, dado el extenso, complejo, y al parecer opaco, enjambre empresarial deportivo que lidera la familia de Udine, que ha realizado una apuesta decidida desde el año pasado por la Premier inglesa, competición líder económica en el mundo del fútbol, aunque no futbolísticamente, lo que ratifica el quid de la cuestión antes expuesto y hace comprender mejor lo brillante de la gestión económica de este periplo en Granada y los límites de su apuesta deportiva.

Pina, Pozzo y Cordero.

Pina, Pozzo y Cordero. / GONZÁLEZ MOLERO

De lo que no cabe duda es que la página escrita por la familia Pozzo y gestionada por Pina al frente del Granada, sin olvidar la decisiva figura de su fiel colaborador Juan Carlos Cordero, puede señalarse como la más brillante de las últimas cuatro décadas de historia del club. No merece la pena discernir si el murciano ha sido o no el mejor de los presidentes de la entidad. El devenir de la historia del club lo pondrá en el sitio que más merezca. A sus récords personales sólo no ha podido sumar el superar el máximo periodo de permanencia en Primera del club, que aún ostenta Candi con ocho temporadas consecutivas. No parece que le faltasen ganas para rebasarlo, pero hay que admitir que bajo las premisas concebidas desde los inversores italianos las capacidades parecían agotarse y el cupo de milagros para salvar el pellejo jugando al filo de la navaja se había colmado.

Los buenos aficionados siempre estaremos agradecidos a los que apostaron desde el riesgo empresarial por un club que se encontraba comatoso a su llegada y ahora es traspasado a nuevas manos gozando de buena salud. En Primera, liberado de deudas y con una ciudad deportiva -otro de los sueños de siempre de la afición local- en marcha. Han demostrado que, a pesar de muchos agoreros, se podía hacer viable una actividad que mueve pasiones en esta ciudad, tan proclive a la crítica acerva y sin argumentos. Para ello concentraron sus intereses exclusivamente en el mundo del fútbol, dejando la nave en manos de gente de fútbol, que saben, como también refirió Pina en su despedida, lo que de selva tiene este deporte-espectáculo. Gracias a ellos estamos y seguimos en Primera, a pesar de los resabiados y conspicuos críticos acervos que no han faltado hacia sus personas y su gestión, instigados por nostálgicos protagonistas de periodos pasados funestos para la entidad, oráculos y predictores de fracasos deportivos continuados temporada tras temporada que nunca, afortunadamente, se llegaron a consumar. A ellos también, Gino Pozzo, Enrique Pina y Juan Carlos Cordero les ganaron siempre los partidos decisivos finales. Desde aquí mi más sincero agradecimiento por ello, que supongo es reflejo del de muchos granadinistas de bien.