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Roberto Trashorras y la utopía de Vallekas

Roberto Trashorras y la utopía de Vallekas
/ EFE
  • El que fuera un irregular mediapunta es hoy el mediocentro imprescindible del meritorio Rayo Vallecano de Paco Jémez

Cuando se alinean un equipo, un entrenador y un jugador que comparten una misma filosofía de juego por bandera, pueden pasar cosas muy bonitas. A Roberto Trashorras (Rábade, Lugo, 1981) le costó una década encontrar su lugar en el fútbol. Por el camino, las canteras de los dos grandes equipos del país. Trashorras vio la luz cuando un rayo rojo le cruzó la camiseta. Topar con Paco Jémez encumbró la leyenda.

A Trashorras lo descubrió para el fútbol Amador, exportero del FC Barcelona, cuando jugaba para el Villalbés de Vilalba y la selección gallega. Tenía quince años y se lo llevó a la Masía, donde lo aprendió todo. De no haber pasado por allí, quizás Trashorras fuera un jugador completamente distinto. Convivió con Reina, Xavi, Puyol e Iniesta y se ganó el apodo de “la brujita del Mini”, una idea del periodista deportivo Edu Polo por su parecido con Verón.

Ya había recorrido todas las categorías inferiores de la selección española cuando Charly Rexach le dio la oportunidad con el primer equipo en una previa de Champions contra el Wisla Cracovia en agosto de 2001. Entonces era algo parecido a un falso delantero centro. Fueron tiempos crudos en Can Barça que sin embargo permitieron jugar a varios canteranos. La llegada de Laporta cambió muchas cosas; llegó Ronaldinho y se tuvieron que ir muchos que no contaban. Entre ellos, Trashorras.

El gallego recibió la propuesta de Valdano y Ramón Martínez para cambiar de bando y tomó la decisión: defendería el escudo del Real Madrid. Al fin y al cabo, era un profesional. Aceptó además con la promesa de ser un fichaje del primer equipo; sin embargo, lo más cerca que estuvo de estarlo fueron amistosos y entrenamientos con Zidane y Ronaldo. Pieza fundamental en el retorno del filial blanco a Segunda división ocho temporadas después, terminó marchándose decepcionado al Numancia con 24 años y el sueño de subir a Primera.

No cuajó Trashorras en Soria y quizás huyendo del frío acabó firmando con la carta de libertad por la Unión Deportiva Las Palmas. En Gran Canaria se produjo un curioso despertar goleador con ocho goles importantes para la permanencia. En su segundo año fue protagonista de la revolución pío pío al escalar de la última a la sexta plaza, anotándose tres goles y ocho asistencias. Los aficionados lo querían pero Trashorras parecía dudar; acababa contrato y no renovaba. Comenzaron las presiones y finalmente una oferta del Celta de Vigo lo acabó por convencer: acercarse a casa tras catorce años lejos, una de las razones.

Llegó a Balaídos en 2008 como un fichaje estelar pero sus primeros meses estuvieron lejos del jugador que había sido en Las Palmas. Era aquel un equipo irregular y con problemas, y el mediapunta nunca alcanzó la constancia y comenzó a ser conocido como ‘Pachorras’. Fue mandado a la grada por Eusebio, Pepe Murcia y Paco Herrera en una clara muestra de que el carácter del lucense era complicado.

Su último partido como celtiña tuvo lugar precisamente en el Nuevo Los Cármenes, viendo frustrado el asalto a la Primera división al caer en los penaltis. Con dos años de contrato todavía por delante y apartado con Herrera, club y jugador decidieron desvincularse. El Celta se ahorraba su salario y Trashorras alcanzaba la máxima categoría del fútbol español de otra forma: fichando por el Rayo Vallecano.

Tenía treinta años pero se dijo que iba a triunfar. Encajó con Sandoval y pasó en un año frenético de ser mediapunta tras Tamudo a ser el mediocentro defensivo del equipo en la desesperada lucha por la salvación. El sacrificio mereció la pena porque Trashorras se redescubrió. No podía seguir siendo un mediapunta irregular; debía de reciclarse en un mediocentro imprescindible en su equipo. El Rayo lo necesitaba.

La comunión con Paco

El arribo de Paco Jémez a Vallecas fue la consolidación de una historia de identificación. Compartía con Trashorras el paso por Las Palmas y un mismo idioma en el fútbol, una misma forma de entenderlo. Juntos construyeron un sueño a base de entre diez y quince altas y bajas por temporada pero con un patrón inquebrantable: el amor por la posesión del balón, por la tenencia, osando arrebatárselo al FC Barcelona. Era el desafío mayor.

Roberto Trashorras se ha convertido en probablemente el mejor pasador de la Liga. Tiene para barrer el trabajo sucio a Raúl Baena, un clásico stopper que facilita la labor creativa del gallego. Trashorras idolatra a Jémez y Jémez idolatra a Trashorras. Se defienden a muerte porque el uno cree en las ideas del otro. Juntos, porque no puede ser de otra forma, siguen peleando por el que hasta ahora ha sido el mayor reto de sus carreras deportivas: mantener viva la utopía de Vallekas.